Dicen que arbol que nace torcido, nunca se endereza... que a pesar de todos los intentos, la gente no cambia, y que el rumbo que toman las cosas, cuando ya llevan tiempo así, cuesta reencauzarlas... Al menos eso es lo que me pasa cada final de año con los recuentos. Es como si tuviera la esperanza de que una noticia central abarcara algo más que lo que todos los días vemos, como si se les ablandara el corazón por Navidad y dijeran "si, en realidad, hay que pensar en los demás"...
En realidad me equivoco. Si todo el año cada mesa de Chile entero se ha enterado de las tonteras del Transguatazo, es obvio que esa es la noticia central. Ingenua... disculpen...
En fin. El tema que hoy quiero tratar tiene que ver con nuestro baile nacional por estos días: la samba! jAJAJAJ... disculpen, pero es otra forma de referirme a la seguidilla de temblores que hemos tenido por estos días. Como sabrán, y habrán visto/oído en sus conversas familiares, el tema no es menor. Asusta. Y a los que no, al menos los deja expectantes. El gran mito de que se viene un terremoto de aquellos está bastante arraigado en la conciencia colectiva. Sin embargo, tal y como sucede otras veces, la incertidumbre genera hipersensibilidad a cualquier noticia. Es cosa de hacer memoria con los pobres penquistas que salieron arrancando de madrugada por el tsunami... la vecina de mi primo se quebró la pierna en esas... atroz...
Como sea, para quienes vivimos en zonas norte o centro, que tiemble o no no pasa de ser un hech anecdótico. Sin ánimos de ser desconsiderada, en el norte estos últimos años se han repetido la de terremotos:Antofagasta, Punitaqui, y ahora Tocopilla. Aunque nos falta cultura sísmica, es algo que en definitiva se puede aceptar como parte de la vida diaria, y por eso - quizás - lo que diga la ONEMI al respecto puede que importe o no.
Pero el punto que quiero plantear aquí es que, siguiendo con el discurso de que todo se mira con los ojos santiaguinos, se olvida de que AUN HAY CHILENOS PARA QUIENES LOS TEMBLORES SON ALGO RARO.
Es como un deja vú. A princiío del año pasado, las noticias daban cuenta, aunque someramente, de la preocupación de la gente de la Undécima región por la cantidad de sismos. Eran grados bajos, nada de qué preocuparse, según la ONEMI. Podía ser así, independientemente de lo que sucediera después (aquí podemos discutir sobre si los sismos se pueden predecir o no, y si realmente ONEMI sabe y oculta esa información o no hay nada claro al respecto, y por lo tanto, no se quiere dar alarma), pero lo grave del asunto es que SE AMINORÓ EL IMPACTO DE ESTE FENÓMENO EN LA GENTE. Quizás para esta gente, la consideración sobre el sufrimiento o angustia del otro hubiera sido más entendible si quienes hubieran dicho esto fueran extranjeros. Hubieran reido y contado que es normal, que esas cosas pasan, que todos estamos acostumbrados y que no hay que temer. Pero lo cierto es que para los aiseninos, un temblor es tan extraño como que neve en Coquimbo. Es eso lo que cuestiono yo. ¿Qué les costaba pensar en cómo tranquilizar a los habitantes de esa región, prestarle mayor atención a este malestar (paralelo, claro, a buscar las causas)?. Independientemente de que el tsunami no fuera tal, sino más bien fuera causado por el desprendimiento del tierra, que los sismos grado 6.2 en Richter fueran tectónicos o magmáticos y todas esas cosas no eran precisamente la preocupación. El hecho es que ellos estaban angustiados, no sabían que era ni qué hacer, y nadie hizo nada por confortarlos.
Ahora que ha pasado tiempo, aparece una acción judicial del los habitantes afectados contra el Gobierno, y yo les encuentro toda la razón. O sea, la muñeca gigante era bonita, pero fue la excusa para afectar un derecho constitucional hacia el cuidado del bienestar de TODOS LOS HABITANTES DE CHILE, incluyendo insulares y antárticos, extranortinos y extrasureños...
Con ese estilo, no es descabellado pensar en que el hecho de que muchos habitantes del extremo sur quieran ser argentinos no es una traición. No sólo por el acceso a directos servicios, sino porque es triste ver que una nación construye una identidad sin considerar la diversidad que la conforma. Que sólo se acuerda cuando el desastre ya pasó. Que los enviados especiales cubren las calamidades y no apoyan o muestran las maravillas de la zona. Que el Viejito Pascuero en helicóptero fue el acontecimiento del año para muchos pobladores de la Carretera Austral...
Será ingenuo esperar que los enjambres sísmicos remezcan conciencias y se rearme el cuento de una vez por todas? Déjenme soñar... son sueños de Navidad...
En realidad me equivoco. Si todo el año cada mesa de Chile entero se ha enterado de las tonteras del Transguatazo, es obvio que esa es la noticia central. Ingenua... disculpen...
En fin. El tema que hoy quiero tratar tiene que ver con nuestro baile nacional por estos días: la samba! jAJAJAJ... disculpen, pero es otra forma de referirme a la seguidilla de temblores que hemos tenido por estos días. Como sabrán, y habrán visto/oído en sus conversas familiares, el tema no es menor. Asusta. Y a los que no, al menos los deja expectantes. El gran mito de que se viene un terremoto de aquellos está bastante arraigado en la conciencia colectiva. Sin embargo, tal y como sucede otras veces, la incertidumbre genera hipersensibilidad a cualquier noticia. Es cosa de hacer memoria con los pobres penquistas que salieron arrancando de madrugada por el tsunami... la vecina de mi primo se quebró la pierna en esas... atroz...
Como sea, para quienes vivimos en zonas norte o centro, que tiemble o no no pasa de ser un hech anecdótico. Sin ánimos de ser desconsiderada, en el norte estos últimos años se han repetido la de terremotos:Antofagasta, Punitaqui, y ahora Tocopilla. Aunque nos falta cultura sísmica, es algo que en definitiva se puede aceptar como parte de la vida diaria, y por eso - quizás - lo que diga la ONEMI al respecto puede que importe o no.
Pero el punto que quiero plantear aquí es que, siguiendo con el discurso de que todo se mira con los ojos santiaguinos, se olvida de que AUN HAY CHILENOS PARA QUIENES LOS TEMBLORES SON ALGO RARO.
Es como un deja vú. A princiío del año pasado, las noticias daban cuenta, aunque someramente, de la preocupación de la gente de la Undécima región por la cantidad de sismos. Eran grados bajos, nada de qué preocuparse, según la ONEMI. Podía ser así, independientemente de lo que sucediera después (aquí podemos discutir sobre si los sismos se pueden predecir o no, y si realmente ONEMI sabe y oculta esa información o no hay nada claro al respecto, y por lo tanto, no se quiere dar alarma), pero lo grave del asunto es que SE AMINORÓ EL IMPACTO DE ESTE FENÓMENO EN LA GENTE. Quizás para esta gente, la consideración sobre el sufrimiento o angustia del otro hubiera sido más entendible si quienes hubieran dicho esto fueran extranjeros. Hubieran reido y contado que es normal, que esas cosas pasan, que todos estamos acostumbrados y que no hay que temer. Pero lo cierto es que para los aiseninos, un temblor es tan extraño como que neve en Coquimbo. Es eso lo que cuestiono yo. ¿Qué les costaba pensar en cómo tranquilizar a los habitantes de esa región, prestarle mayor atención a este malestar (paralelo, claro, a buscar las causas)?. Independientemente de que el tsunami no fuera tal, sino más bien fuera causado por el desprendimiento del tierra, que los sismos grado 6.2 en Richter fueran tectónicos o magmáticos y todas esas cosas no eran precisamente la preocupación. El hecho es que ellos estaban angustiados, no sabían que era ni qué hacer, y nadie hizo nada por confortarlos.
Ahora que ha pasado tiempo, aparece una acción judicial del los habitantes afectados contra el Gobierno, y yo les encuentro toda la razón. O sea, la muñeca gigante era bonita, pero fue la excusa para afectar un derecho constitucional hacia el cuidado del bienestar de TODOS LOS HABITANTES DE CHILE, incluyendo insulares y antárticos, extranortinos y extrasureños...
Con ese estilo, no es descabellado pensar en que el hecho de que muchos habitantes del extremo sur quieran ser argentinos no es una traición. No sólo por el acceso a directos servicios, sino porque es triste ver que una nación construye una identidad sin considerar la diversidad que la conforma. Que sólo se acuerda cuando el desastre ya pasó. Que los enviados especiales cubren las calamidades y no apoyan o muestran las maravillas de la zona. Que el Viejito Pascuero en helicóptero fue el acontecimiento del año para muchos pobladores de la Carretera Austral...
Será ingenuo esperar que los enjambres sísmicos remezcan conciencias y se rearme el cuento de una vez por todas? Déjenme soñar... son sueños de Navidad...