sábado, 26 de febrero de 2011

Hace justo un año...

A un año del terremoto, a horas de conmemorar lo que sucedió, las làgrimas en mis mejillas son inevitables. Èsta ha sido una semana larga, como cuando uno sabe que algo va a pasar. Las imágenes entre el dìa actual y el año pasado, tragicómicamente, se han sucedido prácticamente desde que empezó el festival de Viña, como primera fase. La segunda etapa, un dolor agudo en la boca del estòmago que me hace rememorar lo que – finalmente- se supo que eran cálculos renales, lo único que evitò que el macabro evento lo viviera fuera de la casa, en un pub.

No hay dìa en que no dè gracias a Dios por haber estado aquí en casa justo para mi madre y para mi perro, pero la fortaleza que de la nada pude sacar ese dìa para contenerla a ella, a mis abuelos, a mi amiga Janet que prácticamente formò parte de mi familia esa misma noche y que me hizo enfurecerme hasta el punto de levantar todos y cada uno de los artículos de mi casa para que, entre polvo, tablas y pedazos de cerámica, arreglara de nuevo mi casa como estaba en menos de 24 horas del terremoto, hoy se me va a las pailas. Rememoro cada minuto y una pena gigante se me viene encima. Porque es distinto ver morir gente en la tele por tragedias a ver que todos pasamos lo mismo, que todos nos movimos y temimos igual. Ver tu ciudad cayéndose a pedazos, como aquel sábado temì y posteè en el blog, tener la (falsa) impresión de apurarte para comprar y tener que comer, transitar entremedio del polvo con la gente sacando fuera los escombros de su casa (Machalì), no dormir en 5 dìas (pude dormir sòlo ese jueves, el corazón no me dejó) son cosas que inevitablemente recuerdo el dìa de hoy.

Recuerdo también que entre la impotencia y todo me fui al Regional, con la guata apenas, a ayudar en el Hospital. Saquè fotos fondeadas tras buscar a mis amigas en el 4º y 5º piso, acompañè a heridos de Graneros (Ingrid, dònde estaràs...) y ni supe de còmo se me fue el famoso càlculo de puros nervios y ajetreo (mentira, si supe... què dolor....).

Pobre Iturra y pobre mi abuela que ven funadas las previas de sus cumpleaños, pero no importa. Este es el recomenzar de algo. De reconocerse vulnerables, sensibles y sobre todo humanos… què fácil es perderse en la arrogancia hasta que te sientes tan pequeña!

Hoy las cosas son algo màs distintas. Aunque a algunos les parezca patològico pensar en el pasado, el duelo se supera cuando se reconoce lo que pasò. No tengo insomnio ni tanta fobia a las culebras, porque eso se convirtiò en un temor horrible a los temblores. Pero converso con mis vecinos mucho màs. Me preocupo de la señora del frente del depto para que con un temblor fuerte sepa que no estoy sola. La Janet sabe que mi casa es su casa. A mi perro le da ataque con cada sacudida, pero ahì estoy yo para contenerlo. Y ahora lloro, y me conmuevo, y no me da vergüenza. Y asì lo escribo, y me calmo, tal como lo hice hace un año atrás…

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