sábado, 24 de noviembre de 2007

Quién escribe...

Bueno, en este punto creo que es inevitable explicar mi propia historia.

En resumen, nací y crecí en Rancagua. Simplemente soy una enamorada de mi ciudad, aunque la ilusión no me da como para no reconocer uno de sus mayores defectos: como buena hermana de un tipo "poderoso" llamado Santiago, quiere parecerse a él. Como sea (bueno, eso dará para un comentario posterior).
Como toda rancagüina
, apenas terminé la media (en el Liceo Comercial Diego Portales) tuve que volar a la capital (de hecho, más de la mitad de los estudiantes universitarios de esta ciudad se van a Santiago, mientras que una cuarta parte se va a Viña o Valpo, y el resto se reparte por Chile... en definitiva, Rancagua es una ciudad "abuelita": los nietos llegan sólo para las fiestas). Y ustedes comprenderán que eso implicó cambiar el aire puro por smog a montones, la calidez de la gente con montones de ternos grises corriendo autistas por las escalas, bulla por mil y otros tantos. Hay que ser sinceros, no es anima adversión a Santiago; por el contrario, era un paseo preferido en mi niñez, pero tener que estar allá la mayor parte de la semana claramente definió dicho destino como Turístico: Santiago es para salir, visitar, comprar... para vivir, NO.
Estudié Psicología por 5 años, de los cuales los dos primeros me quedé allá por comodidad de mi vieja, los dos siguientes viajé todos los días, y el último fue el retorno a la capital nada más que por una cosa de tiempo. Entre clases y pacientes, el día se hacía hora.
Estar en la U fue todo un caso. Para empezar, no faltó el que me preguntó si vivía en el campo o si andaba a caballo (en serio, no en tono de talla pesada... en todo caso, me encantarían las dos cosas). Luego, terminé juntándome sólo con "provincian@s" (¡a mucha honra!) y santiaguinos a la fuerza (uno llegó de Italia y el otro le apesta vivir ahí). Pero la guinda de la torta se la llevó una de mis profesoras.
Ustedes comprenderán que para un santiaguino típico (de los cuales hay pocos, pero hay), las alternativas de viaje son Viña, La Serena o el resto del mundo: Gringolandia y Europa. Pues bien, dicha docente se jactaba de haber estudiado y vivido en París. Bien por ella, digo yo, de no ser por una simpática observación. Cito textual (entiéndanme, el impacto fue mayúsculo):

"En realidad, no hay como París o Buenos Aires. La cercanía a la gente es inmensa. Ahí desde el verdulero hasta el panadero saben tu nombre, te conocen, te saludan, te conversan. Igual que acá en Chile..."

¿Necesito comentar más? Espero que no...

Esto y muchas otras cosas me hicieron plantearme dos cosas:

  1. Que haría lo posible por trabajar en Rancagua (alguien me explique cómo si casi la juventud entera de mi amada ciudad estudia tienen que traer profesionales capitalinos), y
  2. Que apenas tuviera Internet en casa armaría y me dedicaría a este blog.

Pues bien, hice mi práctica y trabajo aquí, con lo cual me ahorré viajes interprovinciales con suficiente tiempo para ahorrar dinero y de una vez por todas tener acceso a la Red desde la comodidad de mi casa, con aire fresco, mientras miro claramente un limpio atardecer...

Para quienes quieren conocer algo de la ciudad:

Sitio oficial de Rancagua

El Rancahuaso

El Rancagüino



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